Tu comida afecta a tus decisiones
“Nuestras mentes influencian la actividad clave de nuestro cerebro, por lo que influencia todo: percepción, cognición, pensamiento y sentimiento, relaciones interpersonales; todas son proyecciones de ti”
Deepak Chopra
La alimentación es un eje fundamental para mejorar la salud y sentirse bien con uno mismo (y una salud cuerpo-mente óptima). En general, cuando comemos, no nos ponemos a pensar que la comida que se escoge voluntariamente va a afectar tanto positiva como negativamente a los niveles de serotonina en la sangre (¡y se trata de un importante neuromodulador de tu bienestar emocional!), o la manera que tomamos decisiones asertivamente por tu corteza pre-frontal (y así evitar esos “Ups, la he liado”), o la calidad de tu memoria (limitando la posibilidad de crear recuerdos en tu hipocampo) y tu rendimiento físico.
Esto se debe a que nos han enseñado que los alimentos que se consumen y su calidad nutricional tendrá impacto únicamente en tu metabolismo, mientras la salud de tu cerebro también juega un papel importante en esto: un cerebro bien alimentado es un cerebro que toma buenas decisiones.
Un estudio longitudinal realizado por Jonathan Levav de la Columbia Business School de Nueva York ha analizado 1112 sesiones judiciales para conceder o denegar la libertad condicional a prisioneros, y tras analizar la influencia de las pausas para comer y las sentencias o inclinaciones de los jueces posteriores y anteriores a estas pausas (en las que se observaban cambios tras comer), se determinó que la disminución de los niveles de glucosa en los jueces afectó desfavorablemente a los prisioneros, y que la calidad de sus decisiones estaba influenciada por la adecuada oxigenación y recursos que recibían sus cerebros.
En pocas palabras: la corteza pre-frontal (responsable de las funciones ejecutivas superiores y de que tu y yo decidamos racionalmente que es lo mejor para nosotros) necesita de niveles de glucosa adecuados para poder funcionar adecuadamente y para poder regular los sesgos cognitivos inconscientes provenientes de otras áreas del cerebro (por ejemplo, desde nuestro sistema límbico, ya que se trata de una área altamente emocional de nuestro cerebro).
Parece un hecho extremado, pero tu cerebro se ve afectado radicalmente por la calidad, cantidad y tipos de nutrientes de tu alimentos, y esto influencia la calidad de tu sinapsis, la fluidez cerebral, la agilidad mental e incluso la habilidad de realizar gestos deportivos complejos o una contracción muscular sincrónica adecuada.
Ponle un plato más a tu cerebro
“Nuestra mejor aventura humana es la evolución de la consciencia. Estamos en esta vida para expandir el alma, liberar el espíritu, e iluminar el cerebro”
Tom Robbins
El cerebro representa tan solo un 2% de tu peso corporal total, unos ⅔ kg promedio. Sin embargo, tu cerebro utiliza entre un 20/25% de los recursos energéticos que consumes diariamente. Y sí, también cuando estamos en un estado de descanso, hay trabajo que hacer, cómo trabajos de sinapsis, práctica de vías neuronales aprendidas (reacciones de inercia) o permitir que sueñes. Esto se debe a la complejidad de la red de vías neuronales que tiene tu cerebro, y debe ser correctamente mantenida para poder permanecer funcionando en su máxima capacidad, ¡Casi que ni descansa!
Se podría decir que un ¼ de lo que consumes va directamente a tu cerebro para dirigir la capacidad neuroplástica neuronal y las funciones cognitivas superiores (memoria, criterio, resolución de problemas…). Si el promedio es que tienes 4 comidas al día (desayuno, merienda, comida y cena), una de ellas va directamente a proveer la energía que requiere tu cerebro ese día.
Y de esa cantidad destinada a tu cerebro, su 80% va directo a las neuronas, que son las neuronas encargadas de permitir las sinapsis neuronales y de recuperar las membranas neuronales dañadas para favorecer su fluidez y funcionamiento. Los ladrillos para reparar esas paredes son los alimentos que tú eliges.
Aunque nuestro instinto nos dirija a la comida por el sentimiento primario del hambre, está bien plantearse preguntas cómo las siguientes:
¿Qué voy a comer hoy para ser un buen ejemplo en mi trabajo?
¿Qué voy a comer hoy que me ayude a tomar buenas decisiones?
¿Qué comida puede ayudarme a superar mis objetivos diarios?
La flora bacteriana tiene hambre
“El cerebro emocional responde a un evento más rápido que el cerebro analítico”
Daniel Goleman
El avance de la tecnología y la producción de alimentos en grandes cantidades nos ha condicionado brutalmente la calidad y cantidad de alimentos que aparecen en nuestras comidas, afectando indirectamente al tipo de bacterias que tienes en tu cuerpo. En otro blog hemos comentado la relación existente entre la flora bacteriana y la producción de serotonina (neurotransmisor regulador del estado de ánimo). Los agroquímicos han ido progresivamente eliminando de la cadena alimentaria las bacterias saludables para nuestro sistema digestivo y la biodisponibilidad de vitamina D en los alimentos que consumimos.
La flora bacteriana influye en el estado de ánimo, en regular la respuesta anti-inflamatoria y en activar el sistema nervioso parasimpático. Ahora añadiremos que la flora bacteriana cambia en función de la calidad de alimentos (procesados vs orgánicos) afectando la señalización entre el segundo cerebro (nuestros intestinos) y el cerebro, lo que se llama brain-gut connection.
Una flora bacteriana saludable y balanceada mejora tu respuesta inmune, disminuye los “antojos” de azúcar, mejora tu estado de ánimo, disminuye/contrarresta la respuesta al estrés e incrementa tu resiliencia.
Tu cerebro entrena contigo
“No hay necesidad de templos, ni necesidad para complicadas filosofías. Mi cerebro y mi corazón son mis templos; mi filosofía es la bondad”
Dalai Lama
El cerebro es el órgano metabólicamente más activo de nuestro cuerpo. Naturalmente nuestro cerebro está diseñado para utilizar las vías neuronales aprendidas (dado que son las más rápidas); aunque puede que estas vías neuronales no sean las más saludables para nosotros (por ejemplo: el tipo de alimentaciones es un condicionamiento aprendido de acuerdo a tu experiencia con los alimentos y tu conocimiento sobre cuáles son las mejores opciones para tu propia salud).
Realizar cambios de una vía neuronal para aprender un nuevo hábito lleva tiempo y trabajo (plasticidad neuronal). El cerebro necesita la repetición, la constancia y la creación de hábitos de comportamiento saludables para realizar los cambios necesarios y efectivos que puedan perdurar en el tiempo y se conviertan en la vía más fácil de transitar.
Ahora que ya sabes la relación directa entre los alimentos que escoges consumir y el funcionamiento de tu cerebro, cada vez que comas recuerda que estás alimentando y cuidando tu cerebro, mímalo y trátalo bien, él también te cuidará de vuelta.
Más metaconsciencia.
Más cuerpos sanos.
Gonzalo Doctor
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